"...No le dejarás otra elección y el sentido de todo caerá por su propio peso,
rompiéndose en pedazos, en piezas de puzzle. [...] Será ese preciso momento
cuando dejes de entender y empieces a sentir; cuando dejes el puzzle
sin hacer porque comprendas que es así como se hace."



viernes, 10 de septiembre de 2010

Fantasmas del pasado.

Cloe se había tomado unas vacaciones por su cuenta. Abandonó los trozos de sí misma que perdió, y trató de cubrir su ausencia con parches de colores que distrajeran las miradas ajenas. Consiguió sentirse más viva, y en definitiva, subirse el ánimo. Pero hasta ella sabía que lo que sube, algún día tiene que bajar. Y así como todo lo que va, vuelve, Cloe se encontró de nuevo ante esa verja, llamando al oxidado telefonillo del hospital.

Gradualmente había llegado el momento. Rodeada de los fantasmas del pasado, pasó de sentirse viva a sentirse más muerta que nunca. Atrapada en su carcomido cadáver, los días se volvieron monótonos. De día dormía y de noche lloraba. Empezó a odiar al mundo por ser mejor que ella. Después odió a su cerebro por no ser lo suficientemente inteligente, creativo e ingenioso. Odió a su corazón por iluso y estár siempre herido; a su cintura y sus piernas por no ser lo suficientemente delgadas. Su odio llegó a un punto en que se odió a sí mismo, y justo entonces fue consciente de que estaba peor que cuando ingresó por primera vez.

No regresó inmediatamente. No hasta que algunas personas notaron su estado de ansiedad e intentaron ayudarla con palabras. Pero aunque las palabras se agradecen, no sirven de nada si no consiguen convencer a una, es más, le hicieron sentir como si le otorgasen un premio que no se merecía y se sintió obligada a comunicarles el error que cometían siendo tan amables con ella. Sólo sirvió para darle otra pista de que algo iba mal, de que llevaba años envenenándose con su propia sangre.
Pero puede que gracias a esas palabras Cloe soñase aquello. Algo que temía profundamente y que no resultó ser una premonición como muchas otras veces, sino un recuerdo perturbador (escribió su pesadilla en un papel y me lo envió por correo, pero me pidió que no lo abriera hasta nuevo aviso). Por fin parecía haber llegado al más profundo pozo de petróleo de su subconsciente, la raíz de todos sus desequilibrios.
Y no supo cómo sacarlo.

Así que ahora mismo se encuentra ahí, en su reconstruida habitación, ordenando sus cosas en silencio mientras maquina algún plan con el que ayudarse a sí misma o destruirse un poquito más (todo depende de en qué lado del espejo te encuentres observando) y esperando que el personal del hospital esté ahí para animarla o detenerla, porque definitivamente ha perdido el control, y necesita tiempo para aclararse antes de recuperarlo.